Los puentes, de la realidad al imaginario



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La tradición nos ha llevado a imaginar puentes y calzadas medievales o incluso romanas donde tenemos obras modernas, raro es el pueblo de España que no disponga de su puente medieval o vía romana, cada tramo de camino calzado se asimila directamente al imperio latino y cada puente de luz más o menos en medio punto se considera rápidamente producto del medioevo, pero lo cierto es que las calzadas acostumbran a ser obras más propias del renacimiento e incluso del barroco (cuando no incluso de periodos más contemporáneos) y la mayoría de los puentes, aunque tengan vetustos y honrosos orígenes suelen ser producto de remodelaciones neoclásicas de finales del XVIII. De esta aplastante y poco atractiva realidad no se escapa tampoco nuestra afamada “ponte do Pasatempo” o como en su momento se llamaba “de Ruços”, el elemento constructivo para pasar el río en alto es tan antiguo como la necesidad que el hombre ha tenido de hacerlo a trabes de los siglos, pero la estructura actual de piedra con arco y luz de medio punto aparece a finales del XVI de la mano de Pedro de Artiaga, como ya hemos tenido la oportunidad de entender en estos apuntes, aún así, dado el caudal de este cauce de agua, fueron tantas y tan variadas las remodelaciones que ha sufrido desde su edificación que posiblemente la obra actual no pase de los 150 años de edad.
Este razonamiento nos lleva a pensar de que modo se salvaban los puertos de río antes de la popularización de los diseños de Vignola, sobre este particular disponemos de múltiples notas en los libros de consistorio que nos ayudan a comprender el modo mas tradicional de elevar puentes que usaban los maestros canteros gallegos del medioevo. Era un sistema destinado a soportar crecidas anuales importantes, no por la fortaleza de su construcciones si no por la fácil sustitución de las mismas.
Cierto es que si no dispones de los medios económicos ni de las capacidades y formación necesaria para levantar puentes como lo harían tus predecesores mas ilustres en la obra civil, los zapadores romanos por supuesto, lo mejor era que tus construcciones fuesen fácilmente reparables, y por lo tanto era imprescindible que la fuerza del agua, en su momento crítico las pudiese destruir sin dificultad para evitar que al desmontar el entablado no se viese arrastrada el resto de la estructura. En Mondoñedo las vías mas importantes que conocemos como antiguas o caminos reales, francos o franceses, disponían de puentes de calidad intermedia, con varios pilares a modo de soporte o “cepa” de fabrica de mampuesto y una serie de vigas de madera que los atravesaban para sobre ellas disponer los llamados “marmores” o lajas de pizarra, cuarcitas o granito, como pavimento. Una nota habitual de cada año era la reparación, pasada la temporada de lluvias torrenciales, del enlosado y arquitrabado la mayoría de los puentes.
Esta nota es de las primeras que conservamos donde se ilustra este particular, existen más antiguas referencias que definen el formato de puente local, pero puede que esta sea la primera que se aplica a una reparación con datos concretos, en este caso las obras de caminero y fontanero se le estaban encargando a Gabriel de Fuennegra, uno de tantos trasmeranos que habían llegado durante el S. XVI de Cantabria para trabajar la piedra en nuestra comarca.
07-01-1554
Pedio el regidor Juan Abad atento que Graviel / de Funegra pedrero quedo de quytar los / marmores de la calçada da Bria y azer las / puentes y pasos y çerca dello otorgo obligaçion / que sy no lo yzo que a su costa se mande azer luego / mandose notificar a Pero Pedroso sy le quedara / encargado e a los criados del Funegra / y si les quedo encargado lo agan y sy no / que Jacome Yanes alcalde hordinario a costa de Funegra / lo aga azer /

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