La orden de caballería de San Lázaro de Jerusalén en Mondoñedo
Caballero de la orden de San Lazaro
El sello de calidad de toda ciudad
medieval reside en una gama de elementos que el imaginario popular relaciona
directamente con este periodo de nuestra historia. Dependiendo del tipo de urbanismo,
con una génesis mas o menos
militarizada, la falta de algunos es perdonable, pero otros deben estar
presentes si o si, y en caso de no estar documentados siempre podrán asimilarse
a alguna leyenda local. El caso de Mondoñedo no es distinto, tiene su puente
medieval que data del S. XVII, tiene su barrio judío que sería difícil considerarlo
anterior al XVIII y, como no, tiene sus
caballeros y su leyenda feudal.
En múltiples ocasiones se ha intentado
meter a calzador la presencia de caballeros templarios en nuestra ciudad, con
auténtico fórceps se ha aprovechado el topónimo de cierta calle para justificar
su presencia aunque ni un solo documento apoye tal posibilidad. La Rua de
Templarios, según mas doctas opiniones que la mía debe su nombre a la presencia
en ella de diferentes viviendas destinadas a los sirvientes, canónigos,
prebendados y demás dependientes del templo, es decir de la sede catedralicia.
Nuestra ciudad evoluciona como tal
demasiado tarde como para suponer que en ella se pudiese asentar un monasterio
de la orden del temple, así que nos quedamos sin caballeros, solo nos restaba como premio de consolación el famoso, pluriempleado y laboralmente explotado, Pardo de Cela, un
encomendero bajo medieval, con poca
suerte y que de noble local llegó en su momento a representar todo el ideario
nacionalista de Galicia, como luchador por la libertad de los suyos frente a
reyes colonizadores….
De su figura se ha canonizado casi
todo, desde el lugar donde fue ajusticiado, hasta la cadena con la que supuestamente fue preso. Por desgracia en
este afán caballerizador a los mindonienses se nos ha olvidado que en
realidad sí hubo una orden de caballería asentada en nuestras tierras, puede
que no tan cinematográfica como el temple ni tan poética como don Pero Pardo
pero realmente una de las primeras que aparecen como tal en tierra santa y que
en la documentación de que disponemos el concejo denominaba claramente
caballeros, sin ambages ni medias tintas interpretables de mil y un modos.
La orden de San Lázaro de Jerusalén
aparece como una escisión de los caballeros hospitalarios de San Juan. En la pimera cruzada, Gerardo de Tenque rector del hospital de San Juan dona todas
sus instalaciones y señoríos a Godofredo de Bouillon luego de la conquista de
la ciudad santa, este, en señal de gratitud, concederá a Gerardo el privilegio
de organizar a sus monjes hospitalarios bajo la regla benedictina inspirada en
los tres botos, castidad, pobreza y obediencia. Con la llegada de los ejércitos
europeos de la primera cruzada la epidemia de lepra se extiende de manera preocupante
entre los enfermos que se atendían es el hospital de San Juan por lo que
Gerardo de Tenque decide dividirlo en dos, uno intramuros de la ciudad, y otro
extramuros, junto a la puerta de san Lázaro de la que tomaría su nombre. Poco a
poco esta separación fue fraguando una nueva orden de hospitalarios que se
dedicaban únicamente a cuidar a los enfermos de este mal, y a la que eran
enviados todos los demás caballeros, con escudo o sin el, que lo contraían,
finalmente el propio Gerardo terminaría entre ellos al enfermar de lepra años
más tarde.
Lazareto extramuros
El temor que producía esta dolencia,
mortal de necesidad y de curso lento y penoso, convirtió pronto a los
hospitalarios de San Lázaro en grandes aliados de los ejércitos cristianos en
Jerusalén, eran luchadores incansables pues no temían a la muerte que en ellos
era segura, no sentían dolor, una de los síntomas de su enfermedad y causaban
terror entre las filas enemigas. Durante un tiempo, desde la muerte de Gerardo
de Tenque en 1143 hasta la confirmación de la orden de caballería sobre el
1180, los maestres de la orden eran escogidos entre los lacerados de la orden
de San Juan de Jerusalén.
El crecimiento de los caballeros de San
Lázaro coincide con el gobierno de Balduino IV, el rey leproso. Precisamente su
condición hizo que reconociese el valor de tener a su lado a tan valientes
caballeros, la leyenda cuenta que siempre se rodeaba, cuando entraba en liza, de
un séquito personal de lacerados, y en la batalla de Beqaa en 1176, cuando el
monarca se encontraba rodeado de sarracenos, el caballero Gismond D´Arcy,
también leproso, cubrió con su cuerpo al rey, se automutiló un brazo con un
hacha y lo arrojó entre los enemigos. Estos temerosos de la infección huyeron
dejando una de sus banderas verdes con shuras del Corán escritas. Con la tela
de esta bandera el propio rey, se dice, cortó una cruz y la entregó a los
caballeros de San Lázaro convirtiendo a los hospitalarios en milicia de choque
con el título de orden de caballería.
Armas de la orden
Durante los años siguientes y hasta la
pérdida de Acre en 1291 la orden se fue haciendo cada vez más fuerte y ganando
el favor de reyes europeos que pedían su ayuda para controlar la epidemia en
suelo continental; múltiples fueron las prebendas que por ello recibieron los
Lazaristas, Isabel de Hungría regalaría a la orden el hospital de Santa María
Magdalena de Gotha, Federico de Hohenstaufen donará numeros dominios en Sicilia
al priorato de Capua, tierras en Boigny, Calabria los Abruzzos etc.
Al caer Acre ningún caballero de San
Lázaro logró quedar con vida en tierra santa, y los pocos que habían escapado ya decidieron refugiarse y refundar la orden en sus posesiones europeas,
escogiendo como sede el priorato de Boigny.
En 1308 Felipe el Hermoso de Francia
tomaría bajo su protección a los caballeros lazaristas con su maestre general
Thomas de Sainville, este sería el nacimiento de la orden tal y como la
conocemos hoy en día. Durante los 100 años siguientes se afianzaría en Francia,
España e Inglaterra. Aunque no tenemos datos precisos de su asentamiento en
Mondoñedo es más que probable que acompañase a las primeras colonias estables
del S. XIV, poco después de su reorganización, cierto es que en 1351 se conoce
ya en una carta de donación la casa de San Lázaro, y no la malatería, modo mas
ambiguo y generalista usado para llamar a este tipo de instalaciones extramuros
destinadas a contener a los enfermos mas graves y contagiosos. A mediados del
S. XIV Mondoñedo ya disponía de casa de la orden, lo que conllevaba un cierto
estándar, con monasterio, capilla y lazareto.[1]
A finales del S. XV y en el S. XVI, el
papado intentará desmembrar las primitivas ordenes militares y reunirlas todas
en una controlada por Roma, en este caso tanto Inocencio VIII como Pio IV,
ejercerán su control sobre la orden de San Lázaro, consiguiendo en muchas
partes que pasasen sus propiedades a gobierno de protegidos de los
pontífices. En España Felipe II conseguirá una dispensa para los caballeros
dispuestos en sus tierras permitiéndoles conservar el control absoluto de sus
feudos y solares.
En el caso de Mondoñedo las referencias
más claras al hospital medieval y los caballeros que lo regían aparecen en los
libros de concejo del S. XVI, al igual que sucedía con otras ordenes, el
control de las oblaciones y rentas de la casa de San Lázaro de Mondoñedo estaba
a cargo del mayordomo de la orden y de otro mayordomo externo, elegido por la
justicia y regimiento de la ciudad que se renovaba normalmente cada año, de
estes nombramientos conservamos referencias constantes y en algunos se hace directa referencia a los hospitaleros como caballeros.
22-III-1578
Los dichos señores propusieron que por
quanto Pero Darriva / procurador vesino que fue desta çiudad y mayordomo que
hera de los / lazerados y vienes y azienda del Señor San Lazaro extra / muros
desta çiudad se avia fallecido desta presente vida / y hera nesçesario nonbrar
mayordomo y persona que de aquí / adelante tuviese quenta con lo suso dicho
conforme a la / costumbre que en semejante caso se tenia dixeron / que
nombraban y nombraron por alcayde y mayordomo / de los cavalleros de la horden
de San Lázaro e de / sus vienes a Jacome Rodrigues de Labrada escribano vezino
desta çiudad / questaba presente para que de aquí adelante lo pueda ser / hasta
que otra cosa se provea y le davan poder / en forma como se requiere de derecho
para el dicho efeto / y que lo pueda usar según y como lo an usado y exer /
çido los mas alcaldes y mayordomos que an seydo / de la dicha horden y para
este efecto jure ahora su offiçio /
como es obligado presente a ello el
dicho Jacome Rodrigues que juro / en forma de derecho de cumplir en este casso
aquello que de derecho / hes obligado
Con esta cita no nos queda duda de cómo
era la orden considerada entre los mindonienses, además en todo el periodo
registrado entre mediados del S. XVI y el XVII, vemos como el contacto entre el
consistorio y la orden es siempre cordial pero distante, en varias ocasiones
deben ser los lacerados reprendidos por pedir limosna dentro de muros sobre
todo en periodos de peste, generando alarma,[2] recordándoles
que solo uno podría hacerlo y convenientemente avisando de su presencia con
campanilla.
Lacerado con su campanilla y típico atuendo
De ahí que no dispongamos en los
archivos municipales de datos más amplios (al menos de momento no se han
localizado) sobre el funcionamiento de la orden, pues sus libros probablemente se
perdiesen al mudar el hospital en el S. XVIII.
¿Si con estos datos podemos poner cara a
la orden de caballería de San Lázaro de Mondoñedo?, pues ciertamente no mucho;
aunque en este caso sí podemos estudiarla por su dinámica en otras partes donde
igualmente tuvo solar, y, entre otras cosas, no olvidemos que, de
modo mas bien figurativo, es una orden que sigue viva a día de hoy.
[1] Cal Pardo ENRIQUE,
Catalogo de los documentos medievales escritos en pergamino del archivo de la
catedral de Mondoñedo (871-1492), Lugo 1990
[2] 28-V-1571
Otrosi por quanto los de la horden de
san / lazaro se vienen cotidianamente a esta cibdad e / se van a las tavernas y
carnicerias della / a comer e veber lo qual es dano del pueblo / y causa para
se ynficionar las gentes mandaron / notificar a los carniceros y taberneros no
a / cojan ni den carne ni vino ni otros bastimentos / a los lazerados ni los
consientan en sus ca / sas ni portales dellas heseto a uno solo que / pide con
la campanilla su limosna so pena / de doze maravedis a cada uno que lo
contrahiziere / aplicados para pobres//
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