Relojeros mindonienses entre finales del S. XVIII y Principios del XIX
Aunque ni es mi tema
habitual ni el periodo histórico en el que me encuentro cómodo, algunos amigos
han demostrado cierto interés sobre la historia relojera de nuestra ciudad
episcopal, así que humildemente me presto a hacer aquí un breve resumen para
legos y puede que algún docto, entresaquen de él, los datos que juzguen de su
interés. Así pues, no esperéis aquí estudios genealógicos pues nunca ha sido de
mi interés quién hijo de quien ni de qué familia procede fulanito o citranito sino
más bien reconstruir la historia de la vida de la gente que nos precedió, como
llegamos a ser lo que somos y cómo podemos evitar ser lo que no nos gustaría.
Antes de nada, me gustaría dirigiros a las dos fuentes
impresas principales que, si gustáis del tema, deberéis consultar, ambas no
están digitalizadas lo que las hace aún más interesantes. por un lado la obra
de Fernando Landeira[i],
bien documentada aunque con algún error y la de Luis Montañés [ii]
que se acompaña con un reportaje fotográfico único y de difícil repetición,
pues muchos de los relojes que consigue ver entre principios de los 50 en que trabaja
en su separata “Capítulos de la Relojería Española” hasta finales de los 60,
estaban en manos privadas y hoy serían difíciles si no imposibles de localizar.
España nunca se ha distinguido por ser tierra de grandes
relojeros, en nuestra cabeza resuena Suiza cuando pensamos en ello, una
circunstancia peculiar y producto de los vaivenes de la historia pues si los
calvinistas no hubiesen prohibido el uso de joyería ostentosa en su zona de influencia
durante el siglo XVI y XVII los joyeros del norte de Europa no se habrían
concentrado en el reloj para evitar el desempleo y hoy puede que el epicentro
de la industria relojera fuese otro bien distinto. De todos modos, tanto
franceses como ingleses también se disputaron a través de los siglos el primer
puesto en este arte recientemente difunto.
Si descontamos la iniciativa del Rey Carlos III que en
1771 funda la Real Escuela de Relojería en Madrid, una iniciativa muy propia de
nuestro monarca más ilustrado y que intentó formar artesanos y mecanizar hasta
cierto punto la producción de fornituras, la casi totalidad de relojes que
encontramos firmados por algún español antes de 1830 son de casos aislados más
propios de artesanos autodidactas que de escuelas relojeras que perdurasen en
el tiempo.
A partir de 1830 o 40 más o menos la industria se
mecaniza y la manufactura desaparece, los relojes ya no se hacen, se componen,
existen unas pocas fábricas tal y como las entendemos hoy en día que producen
todas las fornituras necesarias y los relojeros nacionales, que conoceremos como
relojeros de piso o montadores únicamente compran las piezas necesarias a
diferentes casas y firman las pletinas con su nombre más a modo de publicidad
que por otros motivos. Por desgracia hemos tendido a olvidarnos de estos
montadores de piso pues su intervención en la creación de cada reloj es
limitada, pero algún día convendrá recordarlos, haciendo re gesta de lo que
cada uno aporta en la evolución relojera patria. Así probablemente uno de
nuestros últimos artífices sería Losada, que trabaja aún a finales del S. XIX,
aunque ya desde Inglaterra donde contraería matrimonio con la hija de un
relojero británico que financiará, en buen modo, su trabajo, a él le debemos el
reloj de torre de la Puerta del Sol, y tantos fines de año con uvas y
campanadas.
En lo que respecta a nuestra tierra el primer ejemplo del
que tenemos noticia será el compuesto por Francisco Martínez en Foz en 1745.
Del tal Francisco Martínez no sabemos nada y si no hubiese
sobrevivido su obra, probablemente habría pasado por la historia de puntillas,
sin pena ni gloria. El reloj que conservamos de el es de los que conocemos como
relojes linterna, con un hermoso mostrador labrado a buril y campana para
horas, carece de minutero como era habitual en estar obras un tanto anacrónicas
propias de artesanos locales de no mucha escuela.
Aunque sin fecha tan temprana, por no estar datados en
esfera ni calibre, los relojes de más peso en estas tierras norteñas serían los
producidos por la dinastía de los Lombardero entre 1740 / 50 y 1820 más o
menos. Una saga de patriarca, yerno y nieto. El primero de la saga sería Juan
Antonio Fernández Lombardero nacido en 1705 en Santa Eulalia de Piquín, tierra
de Oscos, personaje afamado en su solar, con título de hidalguía e ingresos
asegurados sin contar con su maestría relojera. Su obra más antigua conocida
será un reloj de sol que firma en 1742 para el priorato de San Juan de Baos que
hoy se conserva en el museo provincial de Lugo. Reloj de Lombardero fue en su
momento el de la torre de la catedral mindoniense, no el actual que es un común
calibre vizcaíno. Los relojes de Lombardero, ya no solo los del padre, sino
también los del yerno y el nieto se distinguen por su gran calidad y cuidada
factura. Es más que probable que ya estuviese componiendo relojes antes del
primero que conservamos datado de él, de sol como ya hemos apuntado, y así es
razonable pensar que fue el maestro y creador de la escuela mindoniense de la
que hablaremos a continuación.
Continuando cronológicamente
nos ocuparemos ahora de don José Díaz y Rosón, oficial armero destinado a
Mondoñedo y maestro relojero que muere en 1787, de su obra, relojes de tipo
inglés según Luis Montañés, eran muy similares a los que salen del taller del
cura de Ladrido del que hablaremos a continuación, por desgracia no disponemos
de ninguna fotografía de su trabajo. De él nos dice Landeira que fue de Becerra
y que allí trabajó, algo que desmiente Montañés al conocer su ocupación en la
ciudad del Masma. De todos modos, no sería de más estudiar mejor su persona
pues será sin lugar a duda puente entre los Lombardero y el afamado cura de
Ladrido
Don Francisco Javier Méndez y Neira de Saavedra nacerá en
la parroquia de Ramil, ayuntamiento de Castro de Rey en 9 de enero de 1744, en
Mondoñedo estudiará para sacerdote y se ordenará en 1772 en el palacio de Buen
Aire. Pide parroquia en Santa Eulalia de Ladrido, cercana a Ortigueira, en
donde se instala en 1780 hasta su muerte en 1803. Con un equipo de un par de
ayudantes, su sobrino Francisco Javier Vélez y Neira y un oficial José Rouco y
Albelo, se le conoce una extensa producción de relojes de antesala de tipo inglés
de gran calidad.
De sus discípulos
tomaremos nuestro más ilustre relojero mindoniense, tanto por su trabajo de
gran calidad como por su fama entre los vecinos de nuestra ciudad, Javier Vélez
y Neira será bautizado en Ramil, tierra de su tío cura de Ladrido, en 25 de
agosto de 1781, como Javier Méndez y Neira sigue el camino del clero y se
establece como racionero de la catedral a la muerte de su tío, recién iniciado
el S. XIX. No olvidemos que no solamente había sido su ayudante y discípula
sino heredero de todas sus herramientas con las que continúa componiendo
relojes en la ciudad episcopal. Es más, su leyenda que el número de obras que
del se conservan, el mismo Álvaro Cunqueiro lo recuerda como canónigo relojero
e incluso la zona donde tuvo su taller y fundición ha quedado bautizada con su
nombre, hoy conocida como Rocha de Vélez
De Rouco sabemos que se instalaría en Viveiro donde
ejercería su profesión igualmente De el se ocuparía Donapetry en su “Historia
de Viveiro”
Sin entrar en demasiados detalles parece que no nos ha
sido complicado establecer una línea dinástica en lo que a artífices de la
relojería se refiere desde los años 30 del S. XVIII con los Lombardero en
Asturias hasta los 20 del XIX con Vélez y Rouco en Mondoñedo y Viveiro. para
ser francos esta sería la única que conocemos en Galicia donde podemos
encontrar, o suponer cuando menos, maestros y aprendices. el resto de los casos
serán aislados, seguro que relacionados de algún modo con esta saga más
carecemos de información para poder confirmarlo. Todo esto no de ja de ser una
simple compilación que puede servir para animar a otros historiadores a seguir
trabajando en unos personajes tan interesantes como los relojeros españoles, y
más los que son de nuestra propia tierra.
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