Una noche de celebración en el Mondoñedo medieval, germen de las procesiones de Semana Santa Actuales




Una de las particularidades posiblemente más atractivas de nuestra semana santa y, en general de todas nuestras procesiones y ritos religiosos que celebran el ciclo festivo del año es el modo en que tradicionalmente estas se acostumbran a organizar. Su sobriedad destaca de entre otras muchas propias del territorio español donde abunda el exceso primando la escenificación teatral propia del barroco. Mondoñedo en ese aspecto sigue siendo más una ciudad renacentista donde el sentir popular se lleva con mesura contenida y a la par cargada de gran emotividad. Las marchas de penitentes tras su imagen flanqueando un pasillo que queda orlado de luces de candelas encendidas refleja nuestro carácter franciscano, humilde y comedido al mostrar en público nuestros más profundos sentires.
         Lejos de la saeta sevillana, nuestro grito de fe se encuentras más dentro del corazón que en las cuerdas vocales, y la preservación de esta tradición apartada de los inevitables influjos de las más vistosas propias del sur de la península nos honra como pueblo y marca claramente nuestro carácter diferencial. El origen de esta tradición que vista en directo no puede más que recordarnos muestras de regocijo medievales, es más que posible que tenga sus raíces en el modo de celebrar alegrías civiles anteriores a la popularización de los oficios procesionales de Semana Santa, más propio del devocionario trentino.
Esta estética de lo solemne, casi castrense, como los pasos a marcha de tambor que tanto agradan a nuestros vecinos y visitantes durante estos señalados días del año, aparece descrita con detalle en diferentes partes de los libros de consistorio del siglo XVI para asentar como se deberían celebrar los fastos principales y sobre todo en qué precio saldrían para la república, que, al fin y al cabo, era lo que se registraba en estos códices de vida pública.                                                                                                   Gracias a estos tesoros documentales podemos reconstruir como y de qué modo estaban canonizadas las celebraciones importantes en nuestra ciudad pudiendo ver así las similitudes que con estas pretéritas comparten las actuales y el valor que merecen todos y cada uno de quienes se dedican a conservarlas tal y como han sido desde hace siglos.
         Una de las primeras de las que disponemos información bastante completa será la que se ordena para celebrar la vuelta a España del rey Felipe II luego de su tour por los demás reinos del imperio español organizando y pacificando las empresas que su padre, el emperador Don Carlos, había dejado pendientes al abdicar. Esto acontece a finales del mes de septiembre de 1559 y, recogida la noticia del regreso de Flandes de su majestad el Rey, se organizan acto seguido las perceptivas celebraciones o alegrías para que todo el pueblo conozca y honre debidamente tal acontecimiento. De este modo se informa y se requiere al pueblo mindoniense:
         Auto como los señores justiçia e regimiento mandaron hazer alegrías por la venida de su magestad a Hespaña
         En la çibdad de Mondoñedo dentro de las casas de consistorio della a  veynte e dos dias del mes de setienbre del año de mill e  quinientos e çinquenta e nueve años en presençia de mi el escrivano e testigos los magnificos  señores Gonçalo Yanes de Freixido alcalde hordinario e Juan Abad e Luys de Luazes e Fernan Rodriguez de Luazes regidores e Jacome Yanes da  Fraga procurador general en ausençia de Fernan Dares de Ribadeo dixeron que por quanto hera venido a su notiçia que la magestad real del rey nuestro señor cuya  vida y estado nuestro señor guarde e aumente por mucho tienpo y a nos a su santo serviçio hera venido a Hespaña que hera cosa que ellos y todo este reyno mucho abian deseado ynbocando como a  vyan ynbocado muchas bezes para ello el auxilio divino y agora que nuestro señor fuera servido de traerle a estes sus reynos con paz y con salud dando como daban a Dios nuestro señor por ello muchas graçias y lores e para que fuese magnifiesto tan gran merçed como Dios nuestro señor le avia hecho y estas alegres nuevas a esta çibdad e a su provinçia e por manera de regoçijo hordenaron e mandaron que luego oy dicho dia se apregone en esta çibdad la buena venida de su magestad y que los veçinos e moradores della esta noche a primera ora que suelen thener e tienen cabalgaduras  salgan a caballo a la plaza con sus hachas de çera ençendidas en las manos y ally juntamente con la justiçia e regimiento desta  çibdad e tocando los atanbores della anden por las  calles sinificando las buenas nuebas e que los demas vezinos de la dicha çibdad tengan las calles linpias e  barridas y hechas sus fogueras ante las puertas e lunbre en las ventanas so pena de cada diez maravedis e diez dias de carçel al que no lo hiziere e que las dichas hachas se tomase  por peso de la cofradia de la santa vera cruz desta çibdad e quedaron se diese librança para qual quiera persona que tubiese  dineros della para pagar la dicha çera al mayordomo della e que  se traxesen dos toros para que se corriesen en la dicha çibdad el dia de San Miguel que es el primero dia de fiesta que biene e que los  traxese Andres carniçero y obligado en la dicha çibdad  e ansi lo firmaron de sus nonbres
         En este relato podemos ver bien claro y detallado como era costumbre celebrar cualquier tipo de festividad que tuviese algún tipo de carga oficial, y de el podemos extrapolar cuales serían las otras celebraciones acostumbradas en actos no tan formales. Ante todo, era preceptivo proclamar en púbico la buena nueva para que todos estuviesen informados; en este caso se requeriría la colaboración obligada de todo el pueblo, bajo pena de multa y cárcel para quien lo contrario hiciese, no debemos olvidar que podía entenderse como comportamiento sedicioso ignorar una fiesta dedicada a su rey. La comunicación se haría por pregón al modo habitual y siempre acorde con la solemnidad del fasto. Así la proclama se haría a modo de procesión, marchando de noche por las calles de la ciudad a caballo, quien del dispusiese, y portando hachas de cera encendidas con el acompañamiento de tambores. A esta marcha se le uniría todo el regimiento y cargos señalados de la ciudad. Las calles deberías estar convenientemente engalanadas, aquí se nos apunta que los vecinos tendrán obligación de barrerlas y mantenerlas limpias, pero es cierto que en otros festejos similares se incluye también el enramado de las mismas con plantas aromáticas para que al ser pisadas por las cabalgaduras mitigaran el ya de por si agobiante olor de una ciudad bajomedieval.
         Junto con esta marcha de luminarias el resto del pueblo estaba conminado a encender fuegos a la puerta de sus moradas y lumbre en las ventanas dejándonos un efecto harto impactante si lo mecemos un poco con nuestro imaginario actual, más en una urbe donde lo que debía primar en la noche era lo oscuridad más absoluta.    



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