NOTAS DEL MONDOÑEDO RENACENTISTA. El doctor



       

 Gregorio de la Fuente, el Greco, 1570-90

         La falta de médico dejó de ser un problema menor conforme la imagen del doctor práctico quedaba solapada por el profesional o facultativo. Como tal un facultativo debería formar parte de las recién creadas universidades. Hasta mediados de siglo la labor del cirujano y del doctor se confundían con regularidad, un cirujano era y continuó siendo sinónimo de barbero y realmente su cometido nada tenía que ver con curar a la gente si no con las prácticas quirúrgicas básicas propias de lo que hoy entenderíamos como un veterinario.
         Incluso hasta los años 60 y 70 de este siglo XVI, en muchas ocasiones el práctico, generalmente cirujanos doctos en alguna maniobra médica particular, era tan apreciado como el facultativo, pero llegada la década de los 80, terminado casi el siglo, el cabildo que era quien principalmente financiaba la labor del doctor cada ver se empeñaba más que esta fuese desempeñada por personal formado y, a poder ser, con cierta reputación.
         Como ya hemos apuntado en otras ocasiones al doctor se le pagaba con dinero de la iglesia y del regimiento de la ciudad, aunque la parte principal la ponía el obispo y su cabildo, por lo que solía partir de estos el nombre que se proponía para renovar al saliente. El oficio de doctor, el de boticario y el de maestro (luego hablaremos de los otros dos), eran pilares fundamentales del bienestar de la república, y a quienes se decidían como obligados a desempeñarlos, se les pagaba generosamente e igualmente se les exigían importantes compromisos.
         Entre otras cosas el médico debía atender en todo momento y sin posibilidad de ausentarse o negarse fuese cual fuese el motivo, si el regimiento o el cabildo no lo consideraban oportuno, a todos los vecinos de la ciudad por igual, gratis si fuese necesario cuando el enfermo no disponía de propio. Además debería asistir al hospital de San Pablo, generalmente ocupado por enfermos extranjeros que se encontraban de paso por la ciudad, es decir, peregrinos, comerciantes y mendigos. Este servicio igualmente debía ser gratis.
         La ausencia a su puesto, sin previo aviso y consentimiento por expreso de amenos tres regidores implicaba serias multas e incluso la perdida de sus privilegios.
         Por otro lado era costumbre que el regimiento ofreciese morada gratuita al facultativo, incluyéndose anualmente entre los gastos comunes su salario y el precio del alquiler de su casa. El oficio de doctor estaba empezando a considerarse de gran prestigio, ya no era el sangrador sacamuelas medieval, esta era ya la imagen del médico renacentista, culto, con inquietudes literarias y filosóficas, respetado y admirado por sus vecinos y paciente, etc. Así vemos como en multitud de ocasiones, por mandado del obispo, o por decisión propia, el regimiento organiza verdaderas expediciones para localizar a un buen doctor, ofreciéndole cantidades elevadas de dinero por abandonar su lugar de trabajo. Era claramente una labor de fichaje, en jerga futbolística si se me permite, disponer de un buen doctor en la ciudad empezaba a ser una preocupación principal al principio de cada año.
         El motivo es sencillo, el trabajo de las universidades, poniendo en común los descubrimientos que alcanzaba la ciencia médica cada día, había abierto la puerta al facultativo formado, era una idea nueva pero que llegaba para quedarse: la experiencia y las viejas tradiciones no pesaban mucho frente a las innovaciones, terapias más efectivas (o más bien efectivas a secas), menos dolorosas, instrumental médico de reciente invención que realmente ayudaba a curar las enfermedades y, sobre todo, una comprensión de los signos y síntomas, del cuadro clínico, las terapias y la evolución de las dolencias. El gran salto había sido llegar a conocer como y por qué cursaba un mal en el cuerpo humano y, para ello,  conocer el cuerpo humano y su funcionamiento. La ciencia de la anatomía, algo tan básico para nosotros, estaba revolucionando la medicina, y por primera vez había enfermedades que se podían curar mediante la intervención de la ciencia.
         Del licenciado De la Fuente, doctor que fuera de Monforte de Lemos, no sabemos demasiado, puede que perteneciese a la familia de del facultativo Gregorio de la Fuente, médico toledano fallecido en 1589, y que se hiciera famoso por aparecer el las novelas de Cervantes y ser retratado por el Greco, lo cierto es que por motivos que desconocemos no duró mucho, al poco tiempo pidió licencia para ausentarse por unos días y no volvió, poniendo a la ciudad en un aprieto importante hasta finalizado el año y su contrato. Realmente pudiera ser incluso su hijo, pero esto no deja de ser especulación basada en la repetición de los apellidos y sagas familiares en ciertos oficios de prestigio. De el tenemos su juramento, uno de los más completos que conservamos de un médico en Mondoñedo, y nos permitiremos ilustrar su persona con el retrato de Domenico Theotocopulos.

24-X-1587

En este ayuntamiento se hordeno y determino quel liçençiado de la Fuente medico que a rre / sidido en la villa de Monforte de Lemos que por se tener en esta çiudad notiçia desas buenas / partes y porque en esta çiudad no avia medico y por la nesçesidad que dello avia a / via sido llamado con el qual tratado de su asiento no avia querido açetar partido ni /  quedarse en ella por el partido y horden que avia estado el dotor de la Vega sino / de que se le diesen duzientos ducados por cada un año sin otro ynteres ni paga alguna ni vesita / alguna sino que libremente a de besitar y curar a todos los vesinos desta çiudad y sus a / ravales con sus hijos moços y criados mugeres y toda su familia en lo qual entra / la persona hepiscopal y toda su casa y familia y el cabildo y personas del (+-1) presta / do capellanes y ofiçiales della y al capellan Lastra como capellan de la ca / pilla de la trinidad y se a de entender estando enfermos en la dicha çiudad y sus arra / vales por razon de lo qual a de aver el dicho liçençiado de la Fuente los dichos du / zientos ducados de salarios por ano en que con el se concordaron para la paga de los quales / a dever el salario que dava su señoria y el cabildo al dotor de la vega medico que salio / y el selario que le daba la çiudad por razon de asistençia y lo restante aliende / de los dichos salarios a cumplimiento de los dichos duzientos ducados se a de / repartir entre los vesinos y moradores desta dicha çiudad y arrabales a ca /da uno según su calidad posibilidad y familia y en toda fe que a de curarlos pobres / del hospital çiudad y arrabales de valde y sin ynteres alguno como alos mas / vesinos y a de hazer todas las vesitas nesçesarias sin hescusa alguna y no a de / hazer ausençia de la çiudad por mas de tres dias y esto con liçençia de la justiçia e / de un regidor y que le corra el selario dende el dia que salio de su casa que fue a catorze / dias del presente otubre y entiendese correr el dicho asiento y selario para un ano en / tero y cumplido presente a ello el dicho liçençiado de la Fuente que açeto el dicho selario / y conçerto por el dicho ano y que reto y se obligo a su persona y bienes avidos / y por aver de cumplir todo lo arriba capitulado sin faltar dello cosa alguna / y ansi mesmo a de curar al capellan mayor y su casa y las pagas an de ser / por terçias partes del año de quatro en quatro meses y lo firmaron de sus nombres / mandaron dar librança por por diez y ocho reales que se mandan dar a francisco / da veiga xastre por aver ydo a buscar al dicho medico a la villa de / Monforte.


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