El inquisidor Montoya en Mondoñedo 1586
Sobre la historia del inquisidor Hernando de Montoya
merece la pena invertir unas pocas páginas, no sólo por ser uno de los primeros
inquisidores del reino de Galicia si no por su leyenda, su carácter peculiar y
las circunstancias que durante su paso por Compostela tuvo que sortear
llevándole a la locura.
El doctor Hernando de Montoya había
llegado a Santiago desde León donde había regentado una canonjía ganada por
oposición en el cabildo de esta ciudad. Antes se había doctorado en Salamanca
en ambos derechos, civil y eclesiástico,
esta su formación como jurista fue suficiente mérito para que el santo
oficio confiase en el para que implantase sus leyes y normas en el
desorganizado y clientelar reino de Galicia, a donde llegaría en 1582.
Su postura ante las regulares prácticas
de simonía dentro del funcionariado eclesiástico compostelano fue rígida y
estricta, pero, aunque buenas eran sus intenciones, pronto se dio cuenta que
poco podía frente a la estructura de amistades que estaba ya establecida y gobernaba
con un poder por detrás del suyo propio.
Se
toparía con la mano del inquisidor Alba que protegía a múltiples paniaguados como Juan de Quiroga dados a
desmanes que hacían obsoletos sus intentos de estructurar un gobierno ordenado
y vertical dentro de esta institución.
En poco tiempo se percató que cualquier
intento suyo por imponer la voluntad del santo oficio era inútil y, frustrado,
pediría su traslado a otros tribunales, sin recibir respuesta. Esta situación
le llevaría a aislarse en su morada
compostelana, agriándose su carácter que pronto ganaría la fama de huraño y
taciturno. Esta situación fue aprovechada por sus opositores, desde Juan de
Quiroga hasta su compañero inquisidor Matienzo para presentar ante la Suprema
una imagen de Montoya como de un hombre colérico e injusto.
La Suprema, sin mediar investigación,
reprendió a Montoya por su comportamiento contrario a un buen inquisidor,
apartándose del pueblo y de los poderosos con los que, se decía, negaba toda
cordialidad. Su respuesta fue igualmente contundente, acusando a sus opositores
de aprovecharse de su cargo para disfrutar de una vida relajada y repleta de
lujos, “V S me trato mal en el adorno de
mi casa y criados y yo soy codicioso en guardar mi hacienda, cosa en la que
procuré no causar daño a nadie. No he salido de la inquisición jamás como suele
hacerse en este oficio y para ello me bastaba una mula un lacayo y dos pajes,
lo demás me parece superfluo. Guardar el hombre su hacienda no se me debe tener
a mal, antes me parece prudencia y discreción. Sé que ahora han informado a V S
desto y otras cosas los parientes de Juan de Quiroga, Juan Guzmán y su suegra,
pero yo he hecho lo que V S me mandó en
la averiguación de sus delitos y yo no escribo lo que siento de los delitos de
cada uno dellos por lo que toca posible a la autoridad de mi persona y porque
si dijese lo que sé y entiendo dellos perdería mucha reputación al escribirlos”[1]
Esta su situación de aislamiento social casi completo
le lleva a un estado de postración nerviosa que termina en su inhabilitación
por tener sus facultades mentales perdidas en 1592. La Suprema recomienda a un
sobrino suyo para que acuda a recoger a su tía y sus bienes y tornar con el a
su tierra de origen, cuando llega a Compostela se encuentra con que el doctor Matienzo,
compañero inquisidor y opositor suyo, tenía embargados todos sus haberes.
Realmente el inquisidor Matienzo aprovecha
la situación de impunidad en que se encuentra para apoderarse de toda la
fortuna de su infortunado compañero doctor Montoya, algunos vecinos incluso
declaran a favor de su sobrino diciendo “que
en esta ciudad hay gente principal que extraña la riqueza y opulencia del
inquisidor Matienzo con la pobreza que este tenía al entrar en Galicia tan
pobre y necesitado que hubo personas que dixeron que no había metido en ella
más de una sotana y un breviario”[2]
Finalmente de los 1000 ducados en que se calculaba la
fortuna del doctor Montoya antes de su enfermedad sólo aparecieron 200, y 1600
reales que tenía prestados. Aunque las pruebas contra Matienzo eran
abrumadoras, el arzobispo trabajo para enterrarlas que hacer que se olvidara el
proceso, aunque no sin dejar un cierto aviso a este y a sus sucesores para que
evitaran mostrar opulencia que nada bueno traía excepto habladurías.
El caso del inquisidor Montoya, un
inquisidor sin su red clientelar fue una excepción dentro de este puesto de poder, incluso podemos
considerarlo único hasta finales del S. XVII aunque estos últimos, más
independientes eso sí, no dejarán de ser meros burócratas.
El doctor Montoya pasará y parará en
Mondoñedo en mayo de 1586, de su estadía conservamos una nota en el libro de
consistorio donde pide que se le preparen cabalgaduras para su salida de la
ciudad camino a Ribadeo y que el concejo se encargue de publicar a su costa los
edictos que han de enviarse a las feligresías dependientes de este. Ocho son las cabalgaduras que ofrecerá el
ayuntamiento de Mondoñedo tomándolas, al parecer sin inversión alguna, de los
vecinos que las tuvieren, junto a los mozos necesarios, los edictos costarán 15
reales.
En la çiudad de Mondoñedo a doze dias del mes de mayo del año de mill e
quinientos / y ochenta y seis años estando en consistorio e ayuntamiento los
jueses dotor Varahona / corregidor de la
dicha çiudad y su obispado el regidor Luis de Luazes el regidor Fernández de /
Cornide el regidor Pero Maseda de Vaamonde el regidor Baptista Lopez de Praveo
Gas / par de Valmayor procurador general della ansi mesmo se allo a ello el
regidor Adan Diaz Teixeiro /
Los dichos señores dixeron por quanto de parte del muy ilustre señor el
dotor Montoya / ynquisidor deste reino que al presente esta en esta çiudad en
la vesita que haze tocante / al santo ofiçio de ynquisidor se a manifestado
querer partir sobre mañana desta / dicha
çiudad ques martes treze del presente mes y pedido se le de las cavalga / duras
nesçesarias para llegar hasta Rivadeo a donde va proseguiendo / la dicha su
vesita y que ansi mismo de parte de la çiudad se pague lo que se a gastado / en
publicar los heditos que se an enviado por las felegresias como es de cos /
tumbre hazerse y ser a cargo de la dicha çiudad lo suso dicho se declaro las
cavalga / duras que heran menester hasta ocho cabalgaduras y lo que se a
gastado / en la dicha publicación de heditos quinze reales los quales mandaron
se libren / en mi el presente escribano procurador general del año pasado que
se los pague y se le / tomaran en quenta y que las cavalgaduras se tomen a las
personas vezinos desta / çiudad que las tovieren con los moços para ellas y el
alguazil maior y tenien / tes les conpelan a ello lo qual dixeron proveyan
atento la costumbre / y obligaçion que a ello tienen //
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